PEDRO FIGARI

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PEDRO FIGARI Y ENRIQUE AMORIM

   Insisto siempre en que lo que escribo tiene carácter de tradición oral. Es mucho lo que me queda por leer, y quién sabe cuánto he olvidado.

         La amistad de Pedro Figari con Amorin debe haber sido muy íntima, por lo menos a partir de la forma en que compartieron el tema de las quitanderas. Yo concozco ese tema solamente por haber leído “La Carreta”, y conocer la mayoría de las pinturas de Figari sobre el mismo. Tengo entendido que quitanderas tiene que ver con una tradición brasilera de mujeres que vendían dulces llamados quitandas. En  la novela de Amorim se trata de mujeres que viajan por la campaña en su carreta ofreciendo sus favores sexuales. Sin duda algo habrá inspirado a Amorim, pero finalmente, Figari no hace más que dar una interpretación plástica a la invención de Amorim.

El conjunto de las dos creaciones artísticas resultó tan real, que un escritor francés tomó esa "realidad" como tema de una novela, lo que por lo menos causé una polémica en las prensas europea y americana.

        Teniendo en cuenta que hay estudios de gran nivel sobre esto, espero que esta página pueda enriquecerse.

         Esa amistad se prolongó en el tiempo, hasta donde yo sé, con una frecuente correspondencia entre la viuda de Amorin y María Elena, la hija mayor de Figari.

                                             Fernando Saavedra Faget.

 

ROMANCE A DON PEDRO FIGARI

(La Mañana, octubre 13, 1938)

Siga tranquilo, don Pedro

al paso, por su leyenda

de rosados caseríos

con aljibes y con negras

Siga tranquilo don Pedro,

resucitando taperas,

entre el polvo remolón

de sus últimas carretas,

que con ventaja de un día

Ya corre en la diligencia

salpicada de lechuzas,

y entre látigos y alertas

la noticia dolorosa

para la gente campera

Don Pedro Figari ha entrado

esta anoche en su leyenda

Un negro retinto agarra

su caballo por la rienda

mientras desmontan mil gauchos

y el doble exacto de espuelas.

Los ranchos duermen su barro,

y baja de la cumbreras

silencio en filo de paja

que entre los yuyos se enreda.

En ombúes centenarios

la luna se balancea,

sin asustar a los potros,

sin hacer temblar las hierbas,

sin que las hojas del árbol

ateridas se desprendan.

Y al ver que la noche afloja

su negro nudo de cerda,

la leyenda de don Pedro

para siempre se presenta.

         Dejó habitado su mundo:

- el camino y su carreta,

- el paisano con su china,

- el potro zaino y su yegua,

- sus nubes sobre los campos,

- el perro flaco y su perra.

¡Por qué fue un hombre completo

para el color y la siembra!...

Imaginero criollo

baquiano de las tranqueras,

curandero de colores,

viejo pintor y poeta,

“Don Pedro Figari ha entrado

esta noche en su leyenda”.

ENRIQUE AMORIM